¡Oh! L'amour

Últimamente, parece haber una notable corriente de jóvenes “seguidores” de ovnis y loros que insisten en la ideita de que el juicio amoroso es relativo, dependiendo la mayoría de las veces de una eficaz estrategia del emisor para lograr resultados rápidos, cual Baba de Caracol anti acné de Sprayette, en momentos de preocupante escasez de Romeos y Julietas.

Insisten con ímpetu estos deformadores de la realidaT, en que eligiendo astutamente las palabras, cuidadosamente los modos y quizás, condimentando todo el paso de comparsa con un touch de sonrisas, “ondas ondas, buenas ondas, clap! clap!”, arrumacos, toqueteos varios y cachondeos a discreción, cualquiera puede convertirse automáticamente en el medio banano de nuestra vida.

Claramente, refutar esta alevosía editorial con tintes rosadescos que va contra muchos odiantes de San Valentín’s day, no es tarea fácil, pero si de noble y valiente corazón intentarlo.

No es la intención llegar a extremos explicativo/Einstenianos, o sea de la gravedad de mandar fruta matemática de estos muchachos ¿? sino remarcar una situación CLAVE para no rozar los extremos del mal gusto y el “conformismo” (temita que desarrollaré a la vuelta de la esquina).

Y siembro mi cuestionamiento aquí y ahora:

¿Por que tener la obligación de ser “aceptados” indefectiblemente contra vientos, mareas, aludes, tsunamis e inundaciones a la hora de los “lentos” éste día, a ésta hora, en éste antro bailable… y no otro?

¿Cómo me decís? ¿Qué los lentos no “se usan” más?

Pffffffffff!

¡l*put*madr*!

Entonces, recapitulemos.

Dada la carencia de Romeos y Julietas comprometidos con la causa y sumando a ésta irreparable faltante la trunca campaña “que vuelvan los lentos” (porque en los boliches a la hora de los lentos pierden recaudación entonces ahora te meten reggaeton para que saltes como un pavotón y consumas más speed con melón); viendo que la originalidaT no es una cualidad que me caracteriza, y que encontrar una fórmula cual brebaje de mamá Pitufa sería el acabose de mi carrera, me limitaré a la opinología baratita baratita, sentimental (incluso si los hiciera vomitar) y personal.

Y aquí mi elaborada sentencia:

La única manera de reconocer el amor, tal como la reproducción de mini agujeros negros en algún laboratorio del sub sub subsuelo de alguna Universidad de la loma del toor, es a través de sus efectos… o sea, que reviente todo y a la mierda...

O no.

Pero aún hay más, aquí no termina el cuento, ya que peor que la posición de los jóvenes seguidores de ovnis y loros es la de aquellos a quienes les da todolomismo: Don Quijote, Wolfgang Amadeus, Nazarena Vélez o Pablito Lescano (por citar algunos ejemplos) e intentan nivelar hacia abajo, con tal de no ofender al mediocre sentimental.

Por tal motivo, no se que hago haciéndome la elevada sinceramente, cantidades de filósofos, filosofitos, delirantes y adjuntos habladores ocasionales de diván han fracasado infinitamente queriendo demostrar que caraxius se supone el amor es, de manera que me veo obligada a colgar los guantes y declinar ésta auto-faena mental.

De todos modos, para cerrar el concepto y no dejarlos con sabor a poco, me animaré a confesar que, para quien suscribe, el amor, el de verdad, aquel que se encuentra más allá del angelito con arco y flecha de un supuesto 14 de febrero y mucho mas allá aun de lo cotidiano y de los alcances que nuestra neurona pueda siquiera sospechar, tiene su base en el ser “único”, en una combinación de condiciones perfectas e imperfectas que al chocar, por dictamen de la ley de polos negativos, sean capaces de provocarnos magníficos e insuperables tsunamis interiores.

Nota: Quien difiera largamente en mi punto de vista y/o valores morales/sentimentales y, por tal motivo quiera mandarme a freír carajos, lo puede hacer en libertad de derechos y condiciones en cuanto comentario crea conveniente; al resto, a los que se animen, sin prejuicios, tapones oído/neuronales ni arterias carótidas inundadas en colesterol, los invito a enamorarse del 1 de enero al 31 de diciembre... de manera que San Valentín se pueda curtir, tranquilamente.