Sábado por la mañana, 6 am, andreita, con un profundo dolor en el pecho, tratando de ubicar a la persona que debiera dar la solución a su pesar.
Llamados miles le hice, exhausta de padecer esa sensación terrible que me oprimía al punto de casi no dejarme respirar. Al fin, logro concertar el encuentro. Quizás me tuvo lastima, quizás comprendió la presión que me invadía o quizás solamente tenia un turno libre en su agenda de sábado por la madrugada y decidió dármelo a mi.
Llego al lugar donde planeamos el encuentro, nerviosa como hace tiempo no me sentía -supongo que por no saber a ciencia cierta que me depararía el destino- entonces, me saluda con un beso totalmente seco en la mejilla, seguido a eso, nos sentamos cara a cara y mantuvimos una charla acerca de cuan profundo era mi dolor, y cuanto afectaba esto a mi vida, a mi desarrollo cotidiano. Luego de explicarle que “yo así no podía continuar”, sin titubeo alguno, se acercó a mí, me sacó la remera –si, la tiró al piso el muy puerco- y comenzó a “acariciarme” la zona pectoral con mucho énfasis.
Ustedes dirán… Esaaaaa!! Putita!!! Se fue el dolor después de eso?
Eh?
Eh?
Eh?
NO.
Me dolía mas, me sentía pésimo, estaba recostada, con las garras de este sujeto encima, totalmente vulnerable… y mi mente volaba. Me lastimaba, me lastimaba mucho, hasta se me pianto alguna lagrima, pero disimule, fingí que todo estaba bien, sabiendo que no podía mentirme a mi misma y que sus ojos celestes como el cielo, ya no me conmovían, ya no me convencían... dentro de mí ansiaba que llegara el momento de partir.
Y aunque a esas alturas, ya había perdido la noción espacio-temporal, ese momento llegó. Llegó y me dijo: “andre esto necesita tiempo, tiempo para sanar”.
- Tiempo para sanar? Todos dicen lo mismo. Patrañas! Pensé.
- Que clase de impiadoso sería el emisor de este mensaje? Pregunté.
- Menos pregunta Dios y perdona. Auto-contesté.
Acto seguido me incorporé, junté mis ropas del piso de madera recién lustrado, me vestí, lo saludé con el mismo beso seco de mejilla con el cual me recibió y me fui.
Me fui a sabiendas de que, muy a mi pesar, el Lunes debo volverlo a ver.
Solamente a mi se me puede CONTRACTURAR EL PECHO!
Llamados miles le hice, exhausta de padecer esa sensación terrible que me oprimía al punto de casi no dejarme respirar. Al fin, logro concertar el encuentro. Quizás me tuvo lastima, quizás comprendió la presión que me invadía o quizás solamente tenia un turno libre en su agenda de sábado por la madrugada y decidió dármelo a mi.
Llego al lugar donde planeamos el encuentro, nerviosa como hace tiempo no me sentía -supongo que por no saber a ciencia cierta que me depararía el destino- entonces, me saluda con un beso totalmente seco en la mejilla, seguido a eso, nos sentamos cara a cara y mantuvimos una charla acerca de cuan profundo era mi dolor, y cuanto afectaba esto a mi vida, a mi desarrollo cotidiano. Luego de explicarle que “yo así no podía continuar”, sin titubeo alguno, se acercó a mí, me sacó la remera –si, la tiró al piso el muy puerco- y comenzó a “acariciarme” la zona pectoral con mucho énfasis.
Ustedes dirán… Esaaaaa!! Putita!!! Se fue el dolor después de eso?
Eh?
Eh?
Eh?
NO.
Me dolía mas, me sentía pésimo, estaba recostada, con las garras de este sujeto encima, totalmente vulnerable… y mi mente volaba. Me lastimaba, me lastimaba mucho, hasta se me pianto alguna lagrima, pero disimule, fingí que todo estaba bien, sabiendo que no podía mentirme a mi misma y que sus ojos celestes como el cielo, ya no me conmovían, ya no me convencían... dentro de mí ansiaba que llegara el momento de partir.
Y aunque a esas alturas, ya había perdido la noción espacio-temporal, ese momento llegó. Llegó y me dijo: “andre esto necesita tiempo, tiempo para sanar”.
- Tiempo para sanar? Todos dicen lo mismo. Patrañas! Pensé.
- Que clase de impiadoso sería el emisor de este mensaje? Pregunté.
- Menos pregunta Dios y perdona. Auto-contesté.
Acto seguido me incorporé, junté mis ropas del piso de madera recién lustrado, me vestí, lo saludé con el mismo beso seco de mejilla con el cual me recibió y me fui.
Me fui a sabiendas de que, muy a mi pesar, el Lunes debo volverlo a ver.
Solamente a mi se me puede CONTRACTURAR EL PECHO!